ALLÍ ESTABAMOS

  Nuestros amigos ejercitantes han querido seguir compartiendo con nosotros su participación a la beatificación de Juan pablo II. Aquí os pasamos pues un nuevo testimonio.
   Cuando nos enteramos que el 1 de mayo sería la Beatificación de Juan Pablo II, en nuestros corazones estaba muy clara la frase “allí estaremos”. Tal vez no pudiéramos estar físicamente pero, nuestra mente y nuestro espíritu, seguro que sí lo estarían.
  Eso era lo que nosotros pensábamos, pero una vez más hemos podido ser testigos de la providencia de Dios y de su inmenso amor.
Un fin de semana antes del viaje, Mossén Xavier nos confirmó que había una plaza y que había la posibilidad de ir, …
  Al llegar a Roma la noche anterior a la beatificación, y descubrir que las calles cercanas al Vaticano estaban cerradas y ver que había gente tirada en el suelo, intentando guardar lugar para entrar al día siguiente, nos dimos cuenta que llegar a la plaza San Pedro sería imposible.
  La sensación era un poco desesperante y a la vez hermosa, al sentir que todos los presentes estábamos ahí por amor a Juan Pablo, nos hacía pensar que el cariño que sentíamos hacia El era tan grande, que medio dormir en la calle, o no dormir durante la noche, no era un sacrificio sino una bendición.
  El estar allí, escuchar los cantos, el rezo del Rosario, los gritos con la frase “Giovanni Paolo” y “Que viva el Papa” era nuestra bebida energizante, nos ayudaba a estar despiertos y alegres. Y nos unía a nuestros hermanos que junto a nosotros tenían el mismo sentir.
  Entrar en la plaza y ver la Imagen de la Virgen con el lema de Juan Pablo “Totus Tuus” fue realmente impresionante. Y aunque durante la noche y parte de la mañana dudábamos si llovería o no, en ese momento al ver relucir el sol de aquella manera, quedaba claro que no llovería. 
  Sin duda el momento más emotivo,  fue  cuando el Santo Padre, pronunció las palabras de beatificación y desde el balcón del Vaticano, levantaron el manto blanco que cubría la foto de Juan Pablo II. Fue como si el mismo Juan Pablo II estuviera presente en aquel momento, llenando nuestros corazones de alegría y haciendo que de nuestros labios solo salieran alabanzas y acciones de gracias a Dios, por darnos el regalo de poder estar ahí.
Jonathan, Béa y Mauricio

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